La información que recibimos desde internet está polarizada. Los famosos algoritmos nos muestran lo que queremos ver. El efecto que ello conlleva es que el internauta pueda observar solamente un lado de la moneda y cuya consecuencia es claramente la falta de información o la carencia de análisis crítico, sin mencionar las adicciones que desencadena.
El exdirector de monetización de Facebook, Tim Kendall, aseguró en un testimonio previo a su comparecencia en el Congreso estadounidense que dicha red fue creada para ser «adictiva» como el tabaco. «No creamos simplemente algo útil y divertido. Tomamos nota de las prácticas de la industria del tabaco y trabajamos para ofrecer un producto adictivo desde el principio». El resultado ante una práctica tan adictiva y, tal como adelantábamos previamente, es la polarización que hace que muchos grupos de la sociedad se radicalicen y pierdan su perspectiva crítica. Pongamos un ejemplo: si yo soy un amante de la comida japonesa, a pesar de vivir en Jaén, el algoritmo sólo me mostrará videos de recetas de comida Japonesa en YouTube, influencers y publicaciones relacionadas en Instagram, artículos de opinión y noticias relacionados en App’s de prensa y, por supuesto, me recomendará locales y restaurantes cerca de mi localización en tiempo real. ¡He aquí el arte de segregar a la población! Lo que a priori resultaría una herramienta útil pues los motores de búsqueda no hacen perder el tiempo al usuario navegando en Internet consumiendo contenido que no es de su interés; no obstante, son un arma de doble filo que lo desconectan del mundo exterior cribando opiniones, radicalizándolas en temas de opinión política y social y lo que es aún peor, convirtiéndolo en adicto. Se estará preguntando, querido lector, ¿cómo es esto posible? La respuesta es sencilla: Internet proporciona a cada uno de nosotros contenidos y experiencias conducentes a estar más tiempo conectados.
Lo que se conoce con el tecnicismo scroll, que es ese gesto que hacemos con el dedo para pasar de contenido en Instagram, Facebook o TikTok es lo que utilizan las redes para mantenernos más tiempo con la nariz pegada a una pantalla. Cuando hacemos scroll, la inteligencia artificial del algoritmo estudia el tiempo que pasamos con la última publicación vista, la temática, la hora a la que lo vemos, quién lo publica, la posible relación existente con esa página o persona, la reacción, si gusta o no etc, con el fin de estudiar qué será el próximo contenido para así atraer durante un periodo de tiempo mayor nuestra atención. Por ejemplo, a un adolescente, el contenido que más le muestra es: el chico o chica que le gusta, las amistades y círculos sociales que frecuenta así como la publicidad de los productos que puede consumir, porque no olvide, querido lector, que estas grandes multinacionales viven de vender publicidad.
Terminamos con una reflexión para que piense querido lector: ¿Nunca ha pensado por qué le muestra los productos que necesita comprar sin que aún lo haya buscado por Internet? Y yo le respondo, no, no solo escucha su móvil, también le estudia para ofrecerle lo que quiere, el día que quiere y a la hora que quiere. Nos controlan, nos dejamos controlar y eso nos gusta. Nos venden emociones, experiencias. Somos adictos emocionales.

