Hace semanas, tenía una idea para este artículo que pronto cambió cuando me di cuenta de una tendencia que, poco a poco, va adquiriendo mayor importancia en nuestra sociedad: ¿Podemos diagnosticar de trastorno mental a una persona que proyecta una vida completamente distinta en internet a la suya en el mundo real? Este interrogante surgió al observar varios casos en mi entorno social y virtual. Pues bien, pude constatar cómo adolescentes mostraban una vida en redes con una apariencia y personalidad que distaba mucho de lo que era su día a día en la localidad. Y lo que es aún peor, personas adultas que fantaseaban y fantasean con un estilo de vida perfecto y casi celestial por el simple y mero objetivo de “sentirse integrados” socialmente hablando.
Podemos ilustrar este hecho de la siguiente forma: un perfil al que sigo dentro de Instagram comenzó a compartir imágenes de un famoso festival de música pop, dando a entender que estaba allí disfrutando del evento. De forma simultánea, dicha persona envió a un grupo de Whatsapp común conmigo todo un reportaje fotográfico de un musical ubicado en la capital de España. ¿Tiene esta persona el don de la ubicuidad? Sinceramente, creo que no. Cabe destacar que, ese mismo fin de semana, encontré las imágenes que ella compartía de ese famoso festival en otro perfil de Instagram, así que ¿quién estuvo realmente en el festival?, ¿fue ella?, ¿fue él?, ¿estuve yo y no me enteré? Y como este caso, aún hay muchos más.
No obstante, y ante esta simple anécdota, no podemos concluir que esta persona padezca un trastorno mental. Aunque este tipo de “vida idílica y todoterreno” acarrea una serie de síntomas que sí nos podrían a ayudar para su diagnóstico: la frustración continua en su vida real, la depresión y la falta de autoestima, sin olvidar el constante afán por compartir su vida cotidiana, sea real o no.
Querido lector, no soy experto en salud mental, pero sí tengo claro que es un caso más de los muchos que nos encontramos en nuestro día a día por “aparentar lo que no se es». A fuerza de querer mostrar más y más algo falso y ficticio, se puede llegar a tener una doble vida muy diferenciada entre el mundo virtual y el mundo real con las consecuencias que eso conlleva. Lo que sí está claro, querido lector, es que el número de casos que llegan a salud mental por problemas asociados a las redes sociales y a internet no deja de aumentar. Y como siempre yo invito a la reflexión: ¿Está nuestra sociedad preparada para esto? y otra pregunta que lanzo ¿Somos conscientes de si somos nosotros uno de estos casos? Como dato final para que su reflexión sea más acertada dejo estas líneas de uno de los artículos que he leído:
“La denominada adicción a Internet y la adicción a las Redes Sociales en Internet no pueden ser calificadas como tales. No existe una adicción a Internet sino problemas de conducta derivados del acceso a la diversidad de contenidos que provee la Internet. El concepto de adicción se aplica cuando el agente nocivo es una sustancia. Antes de intentar asignar un calificativo a las conductas anormales derivadas del excesivo uso de las RSI, es necesario atender el tema de los posibles trastornos que puedan resultar de un desmedido uso de éstas.”
M. en Ps. Néstor Fernández Sánchez. Salud Ment vol.36 no.6 México nov./dic. 2013
